
Sebastián Teysera es consciente de que una banda como la vela puerca debe reinventarse a cada paso. que debe romper, como lo viene haciendo desde deskarado, con limitaciones propias y ajenas. el camino del rock exige eludir la comodidad, lo confortable. el impulso, cuarto disco y primero con la producción de juan campodónico, supone un inesperado viaje eléctrico, guitarrero y con letras bien lejos de todo exitismo y glamour. “ya nada aquí me divierte, como solía ocurrir. voy persiguiendo mi risa, ella se fuga de prisa burlándose de mí”, canta teysera en “para no verme más”. y se entienden, más que nunca, las razones de tomar un impulso tal vez al vacío, de dar un salto para seguir provocando la emoción original, la del mejor rock.

_Es inevitable, al reflexionar sobre las canciones de El impulso, no referirse a las guitarras, a la electricidad rock. ¿Cómo se fue dando ese nuevo perfil?
_Teníamos ganas de profundizar en la parte innovadora que tenía A contraluz. Hacer un disco más de guitarras y que los vientos no tuvieran tanto protagonismo… Gustavo Santaolalla tenía una idea de hacer algo más conceptual, tipo el Tommy de The Who, en español. La idea estaba buenísima, pero yo ya tenía un montón de canciones escritas, y queríamos sacar el disco rápido… no tener que atrasarnos un año. Y él nos dijo que estaba al palo, con millones de cosas, películas, esto y lo otro, y que podía producir un disco nuestro recién para el 2008. Ahí fue que nos propusimos trabajar con Juan Campodónico.
_¿Cómo fue el cambio? Porque no estaban acostumbrados a trabajar con un productor full time, y en la misma ciudad.
_Claro, con Gustavo siempre fue a distancia… ¡Y ahora el productor hasta iba a los ensayos! Y no solo eso: nos juntábamos en la casa de Juan, en plan acústico, para hacer arreglos de acordes. Todo eso estuvo buenísimo. Y la otra historia, de lo que preguntabas al principio, es que Juan es productor guitarrista, productor rockero, y entonces…
_¿Lo que estaban buscando, no?
_Era lo que precisábamos, porque donde más fallábamos era en las guitarras. Los dos guitarristas, tanto Rafa como Santi, tenían sus vicios, sus muletillas… y si no le cambiás el pulso al asunto, suena todo igual. Así que Juan los hizo tocar de otra manera, les abrió el espectro musical… Tanto las secuencias de acordes como las melodías pedían elementos más densos, un poco de la rabia de la distorsión. Igualmente el demo que grabamos antes de trabajar con Juan era más oscuro que como finalmente quedó el disco.
_¿Qué pasaba por tu cabeza al escribir los textos?
_Lo que me pasó en este disco, al escribir, fue que salí a buscar historias, por todos lados, poniéndome a charlar con gente. Y levanté un montón de emociones, de vivencias. Hay personajes muy desgarradores… Fue medio raro, porque escribí todas las canciones como si estuviera vomitando, me sentía como anestesiado. Hubo letras que me llegaron a asustar, donde el personaje, qué sé yo, se parecía demasiado a mí. En la canción “Para no verme más”, por ejemplo, está muy crudo ese asunto… es de un tipo con esa sensación, que no se quiere ver más, que no se aguanta la cabeza. Y lo que sucedió es que la escribí en primera persona, y entonces me asombró mucho más. Después me di cuenta de que en cierta manera parte de algún lugar que estaba sintiendo y no me daba cuenta…
_Tal vez porque esas vivencias que compartimos de otros nos tocan más de lo que creemos…
_Totalmente… Tal vez haya algo inconsciente, porque yo estaba en una etapa re bien, y como que precisé poner algo en la balanza, en el otro plato, para que sea más real el asunto. No lo sé bien. También está ese tema de que cuando algo ya se te hace normal, se entra a perder un poco el valor que tenía al principio… y se necesita abrir la cabeza y descansar. Por eso este año nos tomamos cuatro meses de vacaciones, después de once años sin parar. Y tá, ahora estamos con el disco nuevo, que es otro momento, con canciones nuevas y las ganas de salir a girar y a tocar en todos lados.
_¿Cuál fue el secreto para conquistar Buenos Aires?
_A nosotros, lo que nos pasó fue que nos hicimos pasar por una banda de allá… Habíamos llenado, en el año 1999, un Teatro de Verano, y podíamos haber sacado la bandera y caer como paracaidistas mediáticos de Universal para hacer un Cemento o un Obras. Pero elegimos otro camino, que nos llevó nueve años, siempre peleando desde abajo. Después como que se empezó a destapar el asunto, y a partir de La Vela hay otras bandas que empiezan a ir para allá a mostrarse. Gabriel Peluffo dijo una vez que si tuviera 23 años hubiera hecho lo mismo que nosotros, pero en aquella época de Los Estómagos no pintó… Lo uruguayo no era la movida.
_¿Cómo fueron los primeros cruces?
_Teníamos la edad y la fuerza para tomarnos la Cacciola, tocar, dormir arriba del escenario, y volver. Jóvenes y aventureros… Pero, no sé, hay algo también de que nos gusta viajar. Porque un día, allá por el año 2002, nos calentamos, hicimos dos Teatro de Verano, y con la guita fuimos a la compañía a que nos pusieran la diferencia para ir a México. “No es la época”, dijeron. “Pero, ¿cuándo es la época?… hace dos años que el disco está editado y es nuestra época”. Conseguimos trece conciertos, y ta, arrancamos igual. Estuvimos cuarenta días… sin un mango. Fue una experiencia de supervivencia. Pero crecimos muchísimo como banda. Lo mismo sucedió cuando se editó, no sé por qué razón surrealista, el disco en Alemania. Dijimos: “vo, queremos ir”. Y arrancamos… Lo de salir también es una necesidad, de trabajo, porque acá llenamos uno o dos Velódromos por año, a reventar…
_¿Ese buscar afuera se relaciona con la necesidad de sobrevivir como banda?
_Claro, porque acá nos quedamos en un techo que no se podía pasar. Salimos de gira o nos quedamos acá, pintados, haciendo dos toques por año. Y con esos dos shows no comemos. Y ta, ahora fue la séptima vez que fuimos a Alemania. Fue un trabajo de hormiga.
_¿Qué lugar tiene La Vela en Alemania?
_Hay ciudades y ciudades. Hamburgo y Berlín son rock. Y está buenísimo. Pero vas a Munich y es medio caretón… A esta altura nos están empezando a ver como una banda de canciones. Lo que tiene Alemania de particular es que es un país donde se puede tocar todos los días, de lunes a domingo. Por eso rinde y podemos hacer que las giras sean redituables. Tocamos a las nueve de la noche, a las doce estamos durmiendo, y al otro día nos levantamos a las nueve para hacer 600 kilómetros. Son giras de 30 toques en 32 días…
_¿Cuánto ayudan las giras a la salud de la banda?
_Además de permitirnos trabajar, lo vivimos como la oportunidad de volver a empezar. Lo mismo que nos sucede en Europa antes nos pasó con Argentina, cuando empezamos en boliches chicos y acá metíamos 25.000 personas. Es adrenalina, es salir a batallarla de nuevo… Está bueno tener esas dos cosas al mismo tiempo. El éxito y salir a batallarla. Por más que son giras matadoras, cargando, descargando, probando sonido, todo, ya con más de 30 años cada uno, lo vivimos como un spa…
_¿Cómo ven a la banda en lugares como Alemania?
_Como banda nos hemos ido acomodando, porque en la primera gira éramos “cumbia salsa ska punk”… Pasaba de ir a un centro cultural chiquito, en el día latinoamericano de no sé qué cosa, y estaba la gente aprendiendo a tocar salsa y teóricamente iba a practicar con nosotros.
_La pesada etiqueta de “rock latino”…
_Algo lo de lo que nunca nos sentimos parte… Pero es una marca, porque siempre nos han pasado cosas muy locas. El primer disco se llama Deskarado, y nadie escuchaba ska dentro de la banda. Y con el tiempo se dio una mutación constante de la banda, por eso de sacar un disco cada tres años, y porque nunca quisimos tener un estilo definido. Nos aburriríamos a los dos minutos… si fuéramos 2 Minutos. O si fuéramos latinos. Hemos aprendido que si la canción pide determinado estilo hay que ir para ese lado. Empezamos tocando ska, de una manera muy fácil, muy directa, pero después empezamos a jugar con la antítesis de un ska en menores, con el ritmo para arriba pero que suena medio melancólico…
_¿Influyó en la banda tu raíz punk, de cuando estuviste en España?
_El sentimiento de banda lo aprendí allá, a mediados de los 90. Y cuando vuelvo a Uruguay, en 1996, era el tiempo que venían las multinacionales y todo el mundo se comía la pastilla de las giras, los clips y que iban a dar para adelante al rock. Y no sucedió nada de eso. Y con La Vela, desde un principio, sabíamos que no podíamos quedarnos esperando que la compañía resolviera lo que teníamos que hacer.
_Esa es la actitud que mostraron ustedes con Deskarado, que salió en un sello independiente…
_Era una actitud meramente punkie, de hazlo tú mismo… y con ciertos valores, que respetamos aún hoy. De no tocar en casamientos, fiestas de quince, fiestas finales de empresas X, ni partidos políticos… Mirá que hubo épocas que entre todos hacíamos una vaca y no teníamos ni para una birra.
_¿Esa posición tiene que ver con la ética de bandas como Estómagos y Traidores?
_Por supuesto. Traidores es mi banda, de pendejo… de cuando estaba la historia de Estómagos-Traidores. Tengo todos los discos en vinilo tanto de Estómagos como de Traidores.
_¿Recordás algún show de esa época?
_Me acuerdo de uno en el Teatro de Verano en que tocaron todas las bandas, cuando salió el disco Graffiti. Me llevó mi primo. Yo tenía 14 años. Di mis primeras pitadas de cigarrillo ese día… ¡Qué época los ochenta! Menos mal que yo era pendejo… Y nada. A mí la pluma de Juan (Casanova) siempre me mató. Y Nattero es un guitarrista increíble. Ponés el disco Montevideo agoniza, ahora, y te sigue volando la tapa de los sesos… A Los Estómagos los recuerdo más retorcidos, más difíciles de entrar… Eran mis bandas, sí.
_¿Reconocés en tus canciones la influencia, además de Traidores, de un músico como Jaime Roos?
_Claro, porque lo de Jaime es pintar paisajes y personajes urbanos.
_Yendo más lejos… ¿no te sentís desarrollando una veta de cantautor?
_Me considero un cantautor. Pero también eso se dio por un rol que asumí dentro de la banda… porque no les pidas que vayan a escribir una letra. Funcionamos más o menos así: llevo una secuencia de acordes, lo armamos, lo tocamos un tiempo, y alguien pregunta:“¿y la letra?”. Ahora mismo, en este último disco, teníamos todas las bases pregrabadas, las melodías en la cabeza, pero faltaban las letras. Así que me fui a La Pedrera, solo, y me encerré veinte días en una casa. Me obligué. Los primeros tres o cuatro días no salía nada, un desastre, pero después me destapé.
_¿Te desespera esa situación?
_Al principio, sí. Pero sé que es una etapa, un momento, necesario para dejar una etapa atrás, por eso dejo pasar un tiempo para volver a escribir… Cuando terminé de escribir Deskarado seguí escribiendo, y era todo igual. Me frustré mucho con eso. Llegué a pensar que como mis sueños de sacar un disco se habían cumplido, que no había más nada que eso, que era lo único que tenía para dar. Después me di cuenta de que lo que tenía que hacer era reencontrarme con la escritura desde otro punto de vista, desde otra situación… En el momento de A contraluz, por ejemplo, me animé a ser un poco más introspectivo, a innovar un poco. Y ahora ya perdí el miedo…
_¿A quiénes tenés hoy como referencia?… Porque las influencias punkies son muy románticas y emocionales, pero supongo que no es saludable quedarse solo en la actitud…
_Y sí, con el tiempo apareció otra gente… Cuando empecé a elaborar este disco me di cuenta que precisaba escuchar gente con mucha melodía… Neil Young. Nick Drake. Belle and Sebastian… Y también me llegó el hecho de estar enfermo con los vinilos. Cuando me voy a La Pedrera, con los vinilos, las bandejas, la mezcladora, la potencia, los parlantes… siempre dicen “ahí llega el enano con el ipod”. Es un viaje, porque el vinilo me llevó a otra época, a disfrutar de la melodía y de un rock más crudo y guitarrero.
Escrito por: Gabriel Peveroni

_Es inevitable, al reflexionar sobre las canciones de El impulso, no referirse a las guitarras, a la electricidad rock. ¿Cómo se fue dando ese nuevo perfil?
_Teníamos ganas de profundizar en la parte innovadora que tenía A contraluz. Hacer un disco más de guitarras y que los vientos no tuvieran tanto protagonismo… Gustavo Santaolalla tenía una idea de hacer algo más conceptual, tipo el Tommy de The Who, en español. La idea estaba buenísima, pero yo ya tenía un montón de canciones escritas, y queríamos sacar el disco rápido… no tener que atrasarnos un año. Y él nos dijo que estaba al palo, con millones de cosas, películas, esto y lo otro, y que podía producir un disco nuestro recién para el 2008. Ahí fue que nos propusimos trabajar con Juan Campodónico.
_¿Cómo fue el cambio? Porque no estaban acostumbrados a trabajar con un productor full time, y en la misma ciudad.
_Claro, con Gustavo siempre fue a distancia… ¡Y ahora el productor hasta iba a los ensayos! Y no solo eso: nos juntábamos en la casa de Juan, en plan acústico, para hacer arreglos de acordes. Todo eso estuvo buenísimo. Y la otra historia, de lo que preguntabas al principio, es que Juan es productor guitarrista, productor rockero, y entonces…
_¿Lo que estaban buscando, no?
_Era lo que precisábamos, porque donde más fallábamos era en las guitarras. Los dos guitarristas, tanto Rafa como Santi, tenían sus vicios, sus muletillas… y si no le cambiás el pulso al asunto, suena todo igual. Así que Juan los hizo tocar de otra manera, les abrió el espectro musical… Tanto las secuencias de acordes como las melodías pedían elementos más densos, un poco de la rabia de la distorsión. Igualmente el demo que grabamos antes de trabajar con Juan era más oscuro que como finalmente quedó el disco.
_¿Qué pasaba por tu cabeza al escribir los textos?
_Lo que me pasó en este disco, al escribir, fue que salí a buscar historias, por todos lados, poniéndome a charlar con gente. Y levanté un montón de emociones, de vivencias. Hay personajes muy desgarradores… Fue medio raro, porque escribí todas las canciones como si estuviera vomitando, me sentía como anestesiado. Hubo letras que me llegaron a asustar, donde el personaje, qué sé yo, se parecía demasiado a mí. En la canción “Para no verme más”, por ejemplo, está muy crudo ese asunto… es de un tipo con esa sensación, que no se quiere ver más, que no se aguanta la cabeza. Y lo que sucedió es que la escribí en primera persona, y entonces me asombró mucho más. Después me di cuenta de que en cierta manera parte de algún lugar que estaba sintiendo y no me daba cuenta…
_Tal vez porque esas vivencias que compartimos de otros nos tocan más de lo que creemos…
_Totalmente… Tal vez haya algo inconsciente, porque yo estaba en una etapa re bien, y como que precisé poner algo en la balanza, en el otro plato, para que sea más real el asunto. No lo sé bien. También está ese tema de que cuando algo ya se te hace normal, se entra a perder un poco el valor que tenía al principio… y se necesita abrir la cabeza y descansar. Por eso este año nos tomamos cuatro meses de vacaciones, después de once años sin parar. Y tá, ahora estamos con el disco nuevo, que es otro momento, con canciones nuevas y las ganas de salir a girar y a tocar en todos lados.

_¿Cuál fue el secreto para conquistar Buenos Aires?
_A nosotros, lo que nos pasó fue que nos hicimos pasar por una banda de allá… Habíamos llenado, en el año 1999, un Teatro de Verano, y podíamos haber sacado la bandera y caer como paracaidistas mediáticos de Universal para hacer un Cemento o un Obras. Pero elegimos otro camino, que nos llevó nueve años, siempre peleando desde abajo. Después como que se empezó a destapar el asunto, y a partir de La Vela hay otras bandas que empiezan a ir para allá a mostrarse. Gabriel Peluffo dijo una vez que si tuviera 23 años hubiera hecho lo mismo que nosotros, pero en aquella época de Los Estómagos no pintó… Lo uruguayo no era la movida.
_¿Cómo fueron los primeros cruces?
_Teníamos la edad y la fuerza para tomarnos la Cacciola, tocar, dormir arriba del escenario, y volver. Jóvenes y aventureros… Pero, no sé, hay algo también de que nos gusta viajar. Porque un día, allá por el año 2002, nos calentamos, hicimos dos Teatro de Verano, y con la guita fuimos a la compañía a que nos pusieran la diferencia para ir a México. “No es la época”, dijeron. “Pero, ¿cuándo es la época?… hace dos años que el disco está editado y es nuestra época”. Conseguimos trece conciertos, y ta, arrancamos igual. Estuvimos cuarenta días… sin un mango. Fue una experiencia de supervivencia. Pero crecimos muchísimo como banda. Lo mismo sucedió cuando se editó, no sé por qué razón surrealista, el disco en Alemania. Dijimos: “vo, queremos ir”. Y arrancamos… Lo de salir también es una necesidad, de trabajo, porque acá llenamos uno o dos Velódromos por año, a reventar…
_¿Ese buscar afuera se relaciona con la necesidad de sobrevivir como banda?
_Claro, porque acá nos quedamos en un techo que no se podía pasar. Salimos de gira o nos quedamos acá, pintados, haciendo dos toques por año. Y con esos dos shows no comemos. Y ta, ahora fue la séptima vez que fuimos a Alemania. Fue un trabajo de hormiga.
_¿Qué lugar tiene La Vela en Alemania?
_Hay ciudades y ciudades. Hamburgo y Berlín son rock. Y está buenísimo. Pero vas a Munich y es medio caretón… A esta altura nos están empezando a ver como una banda de canciones. Lo que tiene Alemania de particular es que es un país donde se puede tocar todos los días, de lunes a domingo. Por eso rinde y podemos hacer que las giras sean redituables. Tocamos a las nueve de la noche, a las doce estamos durmiendo, y al otro día nos levantamos a las nueve para hacer 600 kilómetros. Son giras de 30 toques en 32 días…
_¿Cuánto ayudan las giras a la salud de la banda?
_Además de permitirnos trabajar, lo vivimos como la oportunidad de volver a empezar. Lo mismo que nos sucede en Europa antes nos pasó con Argentina, cuando empezamos en boliches chicos y acá metíamos 25.000 personas. Es adrenalina, es salir a batallarla de nuevo… Está bueno tener esas dos cosas al mismo tiempo. El éxito y salir a batallarla. Por más que son giras matadoras, cargando, descargando, probando sonido, todo, ya con más de 30 años cada uno, lo vivimos como un spa…
_¿Cómo ven a la banda en lugares como Alemania?
_Como banda nos hemos ido acomodando, porque en la primera gira éramos “cumbia salsa ska punk”… Pasaba de ir a un centro cultural chiquito, en el día latinoamericano de no sé qué cosa, y estaba la gente aprendiendo a tocar salsa y teóricamente iba a practicar con nosotros.
_La pesada etiqueta de “rock latino”…
_Algo lo de lo que nunca nos sentimos parte… Pero es una marca, porque siempre nos han pasado cosas muy locas. El primer disco se llama Deskarado, y nadie escuchaba ska dentro de la banda. Y con el tiempo se dio una mutación constante de la banda, por eso de sacar un disco cada tres años, y porque nunca quisimos tener un estilo definido. Nos aburriríamos a los dos minutos… si fuéramos 2 Minutos. O si fuéramos latinos. Hemos aprendido que si la canción pide determinado estilo hay que ir para ese lado. Empezamos tocando ska, de una manera muy fácil, muy directa, pero después empezamos a jugar con la antítesis de un ska en menores, con el ritmo para arriba pero que suena medio melancólico…
_¿Influyó en la banda tu raíz punk, de cuando estuviste en España?
_El sentimiento de banda lo aprendí allá, a mediados de los 90. Y cuando vuelvo a Uruguay, en 1996, era el tiempo que venían las multinacionales y todo el mundo se comía la pastilla de las giras, los clips y que iban a dar para adelante al rock. Y no sucedió nada de eso. Y con La Vela, desde un principio, sabíamos que no podíamos quedarnos esperando que la compañía resolviera lo que teníamos que hacer.
_Esa es la actitud que mostraron ustedes con Deskarado, que salió en un sello independiente…
_Era una actitud meramente punkie, de hazlo tú mismo… y con ciertos valores, que respetamos aún hoy. De no tocar en casamientos, fiestas de quince, fiestas finales de empresas X, ni partidos políticos… Mirá que hubo épocas que entre todos hacíamos una vaca y no teníamos ni para una birra.
_¿Esa posición tiene que ver con la ética de bandas como Estómagos y Traidores?
_Por supuesto. Traidores es mi banda, de pendejo… de cuando estaba la historia de Estómagos-Traidores. Tengo todos los discos en vinilo tanto de Estómagos como de Traidores.
_¿Recordás algún show de esa época?
_Me acuerdo de uno en el Teatro de Verano en que tocaron todas las bandas, cuando salió el disco Graffiti. Me llevó mi primo. Yo tenía 14 años. Di mis primeras pitadas de cigarrillo ese día… ¡Qué época los ochenta! Menos mal que yo era pendejo… Y nada. A mí la pluma de Juan (Casanova) siempre me mató. Y Nattero es un guitarrista increíble. Ponés el disco Montevideo agoniza, ahora, y te sigue volando la tapa de los sesos… A Los Estómagos los recuerdo más retorcidos, más difíciles de entrar… Eran mis bandas, sí.
_¿Reconocés en tus canciones la influencia, además de Traidores, de un músico como Jaime Roos?
_Claro, porque lo de Jaime es pintar paisajes y personajes urbanos.
_Yendo más lejos… ¿no te sentís desarrollando una veta de cantautor?
_Me considero un cantautor. Pero también eso se dio por un rol que asumí dentro de la banda… porque no les pidas que vayan a escribir una letra. Funcionamos más o menos así: llevo una secuencia de acordes, lo armamos, lo tocamos un tiempo, y alguien pregunta:“¿y la letra?”. Ahora mismo, en este último disco, teníamos todas las bases pregrabadas, las melodías en la cabeza, pero faltaban las letras. Así que me fui a La Pedrera, solo, y me encerré veinte días en una casa. Me obligué. Los primeros tres o cuatro días no salía nada, un desastre, pero después me destapé.
_¿Te desespera esa situación?
_Al principio, sí. Pero sé que es una etapa, un momento, necesario para dejar una etapa atrás, por eso dejo pasar un tiempo para volver a escribir… Cuando terminé de escribir Deskarado seguí escribiendo, y era todo igual. Me frustré mucho con eso. Llegué a pensar que como mis sueños de sacar un disco se habían cumplido, que no había más nada que eso, que era lo único que tenía para dar. Después me di cuenta de que lo que tenía que hacer era reencontrarme con la escritura desde otro punto de vista, desde otra situación… En el momento de A contraluz, por ejemplo, me animé a ser un poco más introspectivo, a innovar un poco. Y ahora ya perdí el miedo…
_¿A quiénes tenés hoy como referencia?… Porque las influencias punkies son muy románticas y emocionales, pero supongo que no es saludable quedarse solo en la actitud…
_Y sí, con el tiempo apareció otra gente… Cuando empecé a elaborar este disco me di cuenta que precisaba escuchar gente con mucha melodía… Neil Young. Nick Drake. Belle and Sebastian… Y también me llegó el hecho de estar enfermo con los vinilos. Cuando me voy a La Pedrera, con los vinilos, las bandejas, la mezcladora, la potencia, los parlantes… siempre dicen “ahí llega el enano con el ipod”. Es un viaje, porque el vinilo me llevó a otra época, a disfrutar de la melodía y de un rock más crudo y guitarrero.
Escrito por: Gabriel Peveroni
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